Si
la hazaña de Jesse Owens en Berlín ’36 marcó un antes y un después en la
historia de la raza negra, todavía se tendría que realizar un gesto definitivo
que acabara por fin con la segregación racial en el mundo. Esta vez el rival no
era un sistema de gobierno totalitario, sino la sociedad. Hubo que esperar
treinta y dos años, pero al fin ese gesto llegó para cambiar para siempre el
mundo y la vida de tres magníficos atletas.
En
1968, la situación política y social del mundo vivía uno de sus momentos más
convulsos. El mundo se dividía en bloques y en Vietnam se vivía desde hacía
cuatro años una de las guerras más crueles de la historia. Pero si había un
lugar donde la situación era especialmente precaria, ese era Estados Unidos. En
el país era común presenciar actos reivindicativos del colectivo afroamericano
con el fin de reclamar sus derechos, actos que eran rápida y duramente
reprimidos por los sectores más conservadores de la sociedad americana,
defensores de la segregación racial. Dentro de este marco surgieron grandes
líderes del movimiento negro, como Malcolm X, Martin Luther King y Harry
Edwards. El primero promovió los derechos de los afroamericanos a través de la
Nación del Islam; el segundo, tuvo un sueño, en el que blancos y negros tenían
los mismos derechos y obligaciones, las mismas oportunidades, vivían en
igualdad. El primero murió asesinado en 1965; el segundo en 1968, pocos meses
antes de los Juegos Olímpicos de México. Harry Edwards, el tercero pero no
menos importante, no quiso quedarse de brazos cruzados: decidió promover los
derechos del pueblo negro como Malcolm y hacer realidad el sueño de Martin. Por
eso creó el Proyecto Olímpico Pro Derechos Humanos.
Este
grupo contaba con grandes atletas como los velocistas Lee Evans, Tommie Smith o
John Carlos, entre otros, pero sin duda, su principal reclamo era un joven
baloncestista universitario, llamado en ese momento Lew Alcindor y
posteriormente Kareem Abdul Jabbar. En un primer momento, amenazaron con
boicotear los Juegos olímpicos de 1968, pero luego Edwards recapacitó: ¿existe
un escenario mejor para reclamar la igualdad entre negros y blancos que unos
Juegos Olímpicos? Fue por eso que a la cita de México acudieron Bob Beamon, Lee
Evans, John Carlos, Tommie Smith… En definitiva, todas las estrellas del
deporte norteamericano se dieron cita en México. Todas excepto Abdul Jabbar,
que se negó a participar. Una vez allí, estos grandes atletas conmocionaron al
mundo con actuaciones para la historia, como la de Bob Beamon, por ejemplo, que
estableció el récord mundial de salto de longitud en la futurista marca de 8’90
metros, superando en 55 centímetros la anterior marca.
Pero
sin duda, la gran hazaña de las Olimpiadas del ’68 se produjo en la final de
los 200 metros lisos. En ella estaba previsto un magnífico duelo entre los dos
mejores atletas del momento en esa distancia: John Carlos y Tommie Smith.
Carlos arrancó con ventaja, directo a por el oro, pero a falta de cuarenta
metros para el final, Tommie Smith destapó el tarro de las esencias y voló
sobre la pista, adelantando a su compatriota y parando el crono en 19’83
segundos, marca con la que batía el récord mundial. Carlos quedó tan abrumado
por la derrota que incluso se vio superado por el australiano Peter Norman, que
con sus 20’07 segundos logró un récord nacional que aún perdura.
A
pesar de la abrumadora victoria, el momento histórico de los Juegos de México
aún tendría que esperar hasta la entrega de medallas. Carlos ya le había
comentado a Smith que haría algo tras la final, a lo que Smith se sumó sin
dudar. Pero hubo un contratiempo: los guantes negros que Carlos había decidido
portar en el podio se habían quedado en la Villa Olímpica, aunque Smith si
tenía los suyos. Fue entonces cuando Norman sugirió que Carlos se colocara el
izquierdo y Smith el derecho. El tímido atleta australiano también accedió a
portar la insignia del Proyecto Olímpico Pro Derechos Humanos como sus
compañeros de podio. Además de esto, ellos subieron al escalón descalzos, y
mientras Smith portaba en el cuello un pañuelo negro en señal del orgullo
negro, Carlos llevaba un colgante como recuerdo de los afroamericanos que
fueron linchados y asesinados, así como el chándal abierto en solidaridad con
todos los obreros estadounidenses. Cuando sonó “The Star-Spangled Banner”,
humillaron su cabeza y levantaron la mano enfundada en el guante para realizar el saludo del 'Black Power', dejando para
la historia una de las imágenes más famosas de todos los tiempos.
Tras
el gesto, comenzó el calvario de sus protagonistas. Primero fueron abucheados
nada más bajarse del podio que les acreditaba como los mejores atletas de su
especialidad, pero eso tan sólo fue el principio del fin. Avery Brundage, el
reaccionario presidente del COI en ese tiempo, consideró inoportuno el gesto,
que lo tomó como una politización de una competición tan pura como los Juegos
Olímpicos y ordenó la inmediata expulsión de John Carlos y Tommie Smith de la
Villa Olímpica. La historia distó mucho de lo acontecido en los Juegos de
Berlín ’36, en los que Brundage, como presidente del Comité Olímpico
Estadounidense no puso ninguna objeción al saludo nazi, ya que por entonces
este era el saludo nacional alemán. Durante los Juegos de México, los gestos
pro-afroamericanos continuaron, ya que todos los atletas americanos que
resultaron vencedores subieron al podio descalzos con calcetines negros,
incluido el gran Bob Beamon después de su estratosférico salto, pero Brundage ya
no se atrevió a expulsar a nadie más.
Después
de las Olimpiadas, la vida de los tres atletas cambió para siempre. Smith y
Carlos recibieron multitud de amenazas de muerte, y tuvieron que abandonar sus
carreras como atletas después de un breve paso por el fútbol americano. Sus
vidas nunca estuvieron relacionadas al éxito que otorga una medalla olímpica. Vivieron
rodeados de miseria, excluidos de una sociedad que les detestaba. Y, sin duda, la
peor parte se la llevó Carlos, que sufrió el suicidio de su esposa, que no
soportaba la dura presión a la que estaba sometida. Norman también sufrió las
consecuencias de apoyar la protesta. Fue maltratado por los medios de
comunicación de su país, que no se dignaron a realizarle ni si quiera una
entrevista. También por las autoridades olímpicas de su país, que no le permitieron
participar en las Olimpiadas de Múnich ’72, a pesar de haber logrado la marca
mínima. Pero el abismo de Norman continuó: cayó en el alcoholismo, que le hizo
vivir una tortuosa vida que llegó a su fin en 2006, a los 64 años. Allí
estuvieron Smith y Carlos para portar su féretro, para rendirle homenaje al
atleta olvidado, un atleta que, recordemos, posee todavía el récord australiano
de los 200 metros lisos.
Tommie
Smith, Peter Norman y John Carlos pagaron el precio más alto posible por
reivindicar los derechos de la población negra. Sacrificaron sus carreras y sus
vidas. Pero el tiempo es sabio, y ha sabido recompensar uno de los gestos más
famoso de la historia del deporte y de la humanidad. Tras los Juegos de México
las diferencias se han limado considerablemente. Quizá no del todo, pero nada
tiene que ver el mundo que vivimos con el que vivieron estos héroes. Héroes
anónimos, por otra parte, porque sus nombres fueron olvidados, archivados
únicamente en la memoria de los grandes amantes del atletismo, de los Juegos
Olímpicos, y del deporte en general. Pero su hazaña en esas Olimpiadas se ven
día a día. ¿Quién iba a pensar en 1968 que un negro presidiría los Estados
Unidos de América? Nadie. Y quizá Norman debería haber vivido para verlo, por que
si esto es posible es gracias a él. A él, a Smith, a Carlos, a Edwards, a Owens. A todo
el que una vez creyó en el sueño de Martin Luther King.
PabloG.
Bien Pablo, siempre es bueno recordar esos momentos que nos han brindado los JJOO. A mi peronsalmente siempre me ha impactado esta historia. No se si te acuerdas de mi, soy ese muchacho que publicó en tu blog allá por diciembre, en la previa del Madrid-Barça que también quería trabajar de periodista xD. Espero que hayas entrado en la carrera. Saludos!!
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
Eliminar¡Por supuesto que me acuerdo de tí! ¿Qué tal te fue el curso? Yo personalmente no tengo queja: entré en la carrera con un 11'354, dos puntos de sobra. ¡Finalmente valió la pena todo el esfuerzo del año!
La verdad es que creo que es una historia muy trágica y, sobre todo, muy dura, pero que merece la pena que sea conocida; que se sepa gracias a quienes hemos llegado a esta realidad que vivimos ahora, que difiere mucho de la de aquel tiempo, aunque no por ello es necesario que sea mejor.
¡Saludos!
11,354 ¡Vaya crack! A mi el curso me fue bien la selectividad no tanto aunque mi 9,572 me valió al final para entrar. Por suerte el racismo de aquella época al que te refieres ya parece haber desparecido y ayer se dio un pasito más hacia otra discriminación, con la presencia de mujeres en todas las delegaciones. Hablando de pruebas de velocidad los nazis hoy seguirían igual que en aquella época pues es indiscutible el poderio del hombre de color. Y encima Lemaitre no correrá el 100 para centrarse en el 200. A ver hasta donde puede llegar nuestro Pájaro Rodríguez
ResponderEliminar¡Gracias, a ver si hay suerte también el año que viene!
EliminarSí, tienes razón. Que países como Corea del Norte o los de Oriente Medio hayan sido capaces de introducir mujeres en sus delegaciones supone un logro sin precedentes. Es cierto que en esta edición han estado forzados a ello, pero creo que será la primera piedra para que sigan participando en ediciones posteriores.
Cierto. Los atletas de color siguen teniendo el monopolio en las pruebas de velocidad. Por cierto, se está hablando mucho de Blake y Bolt. Yo personalmente creo que no hay debate: Bolt lo machacará. No son lo mismo unos trials que unos Juegos. En cuanto a Lemaitre, está claro que no puede permitirse el lujo de participar en ambas pruebas si su objetivo es optar a medallas. En 200 m creo que si que podrá hacer algo bonito. El Pájaro creo que tiene capacidad para llegar a la final, o eso deseo al menos. Sería un orgullo que un español compitiera con los mejores en una de las pruebas estrella de las Olimpiadas.
Yo me daría más que satisfecho si su buena actuación sirve para batir esos 10.14 en los ahora mismo está el récord de España. Creo que con su no participación el año pasado en Daegu y la irrupción de Blake, la prensa se está olvidando de un nombre muy importante por el que apuesto: Tyson Gay. En Berlín demostró que si la carrera se lo exige puede llegar a correr incluso por debajo de 9,70. No obstante, comparte con Bolt la segunda mejor marca de la historia, esos 9,69 que de momento es el récord olímpico.
ResponderEliminarEstá claro, mientras Tyson Gay este en pista, siempre hay que estar preparado para una más que probable exhibición. Para mí, Tyson Gay posee un gran dramatismo. Me explico: es un corredor del todo o nada. O hace la carrera del siglo, o "pierde" -esas marcas y posiciones son una derrota para él, pero una victoria para cualquier otro humano-,por eso creo que todo es posible. Y además de ellos están también Asafa Powell y Gatlin, ojito. Pero, sinceramente, creo que la prueba volverá a ser de Bolt. Creo que nos está preparando otra exhibición apoteósica.
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