El partido
que desarrolló Mesut Özil sobre el césped del Emirates frente al Napoli fue
algo extraordinario. En la noche de los campeones, el alemán volvió a demostrar
que pertenece a la nobleza del fútbol. Y lo hizo porque en Londres ha
encontrado el contexto perfecto: un equipo que se articula en torno a él, unos compañeros
que trabajan exclusivamente para su talento y un entrenador que le permite
brillar dentro de ese inmejorable marco táctico de presión continua para lanzar
las ofensivas. Özil es el centro de operaciones de un equipo que arrolla por
donde quiera que pasa: líderes de la Premier y del bien llamado grupo de la muerte en Champions.
Hoy era el
partido. El equipo que saliera derrotado pagaría enormemente las consecuencias.
Y ahí apareció Özil para decidir en favor de su equipo. Cuando más fea estaba
la cosa, más brillo su calidad, que no es poca. Al alemán se le criticó
muchísimo durante su estancia en Madrid una tendencia a la desaparición en las
grandes citas. Tendencia que, estadísticas en la mano, pocas veces fue tal.
Pero hoy además hizo un partido visualmente magnífico, rematado con una participación
inestimable en los dos tantos del Arsenal: gol y asistencia. ¿Quién dijo
irregular? Mesut se ha quitado de un plumazo esa etiqueta que le perseguía
sobre el verde.
Pero
además, la mejor versión de Özil se vio partiendo desde la banda derecha. Desde
ahí tuvo un impacto decisivo en el juego. Un ejemplo fue el segundo gol gunner,
en el que llegó a la línea de fondo con mucha facilidad. De pronto, aparecieron
las imágenes de aquel futbolista intrascendente y derrotado que naufrago en la
orilla derecha del Signal Iduna Park de Dortmund. Se comprobó que lo que afecta
a Özil no es jugar escorado, sino hacerlo descontextualizado.
Un contexto
que sin la brillante ayuda de sus compañeros sería imposible. Hoy destacaron
sobre el resto Ramsey y Giroud. El trabajo sin balón de los dos primeros fue un
auténtico espectáculo: se dejaron la piel en el campo para presionar a los
centrales rivales. Su esfuerzo liberó sobremanera a Özil, que se sentía en su
salsa. El galés le regaló el gol al ‘11’ y el francés remató su asistencia para
hacer el segundo.
Sin balón,
su trabajo fue brutal; con balón, el factor diferencial del partido. Ramsey y
Özil jugaron al escondite por todo el campo. Ahora aparecían por la derecha.
Ahora, por la izquierda. Ahora, por el centro. Y gol. El Nápoles fue incapaz de
contener la exhibición de Özil, que fue siempre acompañado por escuderos de excepción.
Si el
cambio de mentalidad a este equipo se lo aporta Ramsey, el futbolista que ha
elevado definitivamente el nivel de una plantilla que aún no conoce su techo es
Mesut. Wenger ha hecho realidad su sueño de combinar un equipo alegre y
competitivo, algo que no se veía en Londres desde hacía muchísimo tiempo. Su
zurda es de seda, su cabeza privilegiada y su fútbol no tiene precio. Özil
dibuja con maestría líneas que sólo él es capaz de ver. Y, además, con un
índice de acierto elevadísimo. Hoy conecto sesenta y ocho pases de setenta y
cinco intentados, un 91% de acierto. La gran mayoría de sus fallos fueron
centros a balón parado. Fue el jugador que más veces pasó el balón de su
equipo.
El partido
de hoy ha ofrecido una estupenda lección: el talento siempre sale a relucir.
Poco importa si la situación es o no propicia, si el lugar es o no el adecuado;
siempre brilla. Hoy Özil instruyó con su fútbol. Escorado a la banda y en una
situación límite apareció por todos lados para decidir el partido. ¿Por qué?
Porque es puro talento.
PabloG.
No hay comentarios:
Publicar un comentario