Y
entonces, llegó la XLVII Super Bowl con un espectáculo sensacional. No, no me
refiero a la actuación del descanso; hablo de deporte, de superación y de
emociones por doquier. Toda la esencia del fútbol americano resumida en una
noche mágica en la que todo pudo ocurrir. Baltimore y San Francisco se midieron
en una batalla épica, probablemente la más emocionante de cuantas Super Bowls
se han vivido en los últimos años. Muchos factores influyeron, pero tan sólo
uno fue capaz de alzar a un equipo a la gloria: la determinación. Los Baltimore
Ravens son los justos nuevos campeones de la NFL.
El
aficionado que presenció únicamente la primera mitad del encuentro –no fueron
pocos los que apagaron la tele– se habrá tirado de los pelos y rebuscado por
mil y una páginas de Internet algún enlace que le permita disfrutar de esta
apoteósica final. Todo parecía decidido al final de los primeros treinta
minutos, cuando los Ravens se marcharon a la caseta con un sorprendente 6-21
gracias a la sublime actuación de Joe Flacco. El quarterback dio una auténtica lección de juego a base de
teledirigidos pases que desactivaron por completo el sistema defensivo de los
49ers. Una y otra vez sacaban provecho de su quarterback los Ravens y una y otra vez los 49ers se daban de
bruces contra la mejor defensa de la liga. El espectáculo, aparentemente,
tocaba a su fin; el mítico Ray Lewis podría tener la despedida que merecía con
su segundo anillo de campeón en la mano.
Tras
la reanudación, un sensacional retorno de Jones, que culminó la jugada después
de recorrer la friolera de ¡109 yardas!, la jugada más larga de la historia de
la Super Bowl –posteriormente rectificada a 108 con la consiguiente pérdida del
récord– se encargó de reflejar la diferencia entre uno y otro equipo. A simple
vista, parecía imposible que los 49ers pudieran remontar. Sólo un milagro sería
capaz de transformar esta humillación en un partido digno del mayor espectáculo
deportivo del año. Pero el milagro ocurrió. Poco después del éxtasis que
provocó el touchdown de Jones, un apagón dejó en la penumbra a la mitad del
estadio durante treinta y seis minutos. Los Ravens, que ya habían puesto la
velocidad de crucero, vieron como sus piernas se enfriaban durante el parón.
Únicamente ellos podían ser los perjudicados.
Con
el regreso de la iluminación, hizo acto de presencia por primera vez en el
partido la igualdad, personificada en el quarterback
del equipo de San Francisco, Colin Kaepernick. El jugador de segundo año brilló
como un astro y consiguió aglutinar a todos sus compañeros para que giraran
alrededor de su talento. Pronto se esfumaron los fantasmas de sus dos pases
interceptados en la primera mitad. Ahora era su momento, si quería ganar la
Super Bowl no podía desaprovecharlo. Dicho y hecho; en diez minutos, un parcial
de 17-0 puso el encuentro patas arriba para configurar un marcador de 23-28. El
cénit de los 49ers llegó tras una fantástica carrera de Kaepernick que decidió jugársela
por su cuenta al no encontrar ningún pase claro. Touchdown y oportunidad para empatar el partido con una jugada de
dos puntos. 29-31.
El
partido de los 49ers en la segunda mitad bordeó la excelencia. Pocos equipos de
la liga pueden presumir de poseer una capacidad de reacción tan asombrosa como
la de los hombres de Jim Harbaugh. Hay que tener en cuenta que la mayor
remontada en la historia de la Super Bowl está cifrada en diez puntos. Pero la
épica finalmente resultó inalcanzable. Falló Kaepernick en la extraña ejecución
de la jugada extra en la que los 49ers no chutaron el balón. En el último
minuto el asedio fue increíble con cuatro downs
a poco más de tres yardas de la zona de anotación. En el último, Kaepernick
lanzó, pero Crabtree no fue capaz de realizar correctamente la recepción. Jim
Harbaugh reclamó un holding por parte
de Jimmy Smith, pero los árbitros no le hicieron caso. A los 49ers los abandonó
la fortuna. A falta de pocos segundos para el final del partido y con 29-34 en
el marcador, el balón era de nuevo para los Ravens.
Los
chicos de John Harbaugh se dejaron anotar dos puntos después de un safety, pero lograron que el tiempo
corriera hasta que sólo quedaran cuatro segundos. Sólo habría tiempo para un épico return de los 49ers que finalmente no se
produjo. El mayor de los Harbaugh venció a su hermano menor para llevar de
nuevo a los Ravens a la gloria y otorgar a Ray Lewis el mejor adiós posible. No
fue posible que los 49ers, que perdieron su invicto en las Super Bowls,
alcanzaran los seis títulos de Pittsburgh por culpa de una horrenda primera
parte. Ni siquiera el talento de Kaepernick fue bastante. Mientras tanto, Joe
Flacco, el MVP del partido a pesar de su deshinchada segunda mitad, sostenía
bien alto el trofeo Vince Lombardi que los acredita como campeones de la NFL.
Este deporte es fascinante.
PabloG.
Para ser, según dices en Zona Roja, un recién llegado tu crónica rezuma pasión. Enhorabuena.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias! Espero ir progresando poquito a poco y adentrarme cada vez más en este deporte.
EliminarMuy bueno. Este deporte está infravalorado en España, apenas tiene repercusión, todo lo contrario que en USA, donde es el deporte rey incluso por encima del basket
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Toda la razón, este es el deporte nacional en los Estados Unidos. Lo que pasa es que a nosotros sólo nos llegan los shows, las celebraciones graciosas y esos comentarios odiosos de que es "una vulgar copia del rugby". Este deporte tiene personalidad por sí solo y, sobre todo, tiene emoción, que es de lo que se trata.
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