Serena,
tranquila; suavemente atravesada por las dulces aguas del Duero, que pasa por
debajo de todos y cada uno de los numerosos puentes que intercomunican la
ciudad. Así yace Oporto, la tierra prometida a la que el Málaga regresará en
busca de su sueño. La hará tres mil seiscientos veinticuatro días después de su
última visita, de su única visita en competición continental. La más amarga de
su historia. Aquel día, un 20 de marzo de 2003, el equipo dirigido por el
mítico Joaquín Peiró llegó a Portugal con ansias de reconquista y con el que probablemente
fuera el mejor plantel de la historia del club. El ‘13’ de Contreras defendía
de la meta malaguista, el ‘5’ de Roteta comandaba con brío la defensa y los
números ‘9’ y ‘7’ de Darío Silva y Dely Valdés respectivamente vivían sólo para
el gol. Similitudes no faltan; ganas de superar la gesta de aquel equipo,
tampoco.
A
pesar de todo, será la primera vez que se enfrenten Málaga y Oporto. En su
anterior visita a la segunda ciudad más importante de Portugal, los de la Costa
del Sol tuvieron que verse las caras contra el Boavista, subcampeón de liga en
aquellos momentos y que contaba en sus filas con jugadores de la talla del
portero Eduardo. El Málaga dominó la eliminatoria en todo momento, y un gol de
Dely Valdés en el partido de ida invitaba al optimismo; un optimismo que fue en
aumento a medida que iban pasando los minutos. Pero entonces, a falta de cinco
minutos para el final del partido, llegó el gol de Luiz Cláudio que terminaría
desembocando en una intensa prórroga. El Málaga, la ciudad, los aficionados,
sabían que ésa sería su última oportunidad de encaramarse a la élite del fútbol.
También Leko estaba al tanto, pero eso no impidió que su decisivo disparo desde
los once metros se marchara por encima del larguero. Ese balón, que no entró en
la portería, atravesó como un fino puñal el alma del fútbol malagueño, del
fútbol andaluz. El premio hubiera sido grande: una semifinal frente al Celtic,
la llave de acceso hacia la deseada final de Sevilla. ¿Quién esperaba allí? El
Oporto. El de Deco; el de Mourinho.
Oporto,
aunque nunca nadie se dio cuenta hasta ese 20 de marzo de 2003, siempre estuvo
dentro del Málaga. En el núcleo, en lo más profundo de su corazón y de su alma.
Oporto, la blanquiazul, es el principio y el fin de todas las cosas. Esta
noche, cuando el balón eche a rodar a eso de las 20:45, determinará
definitivamente su rol: debe decidir si es el punto de partida de la aventura
más fantástica jamás vivida o el fin del trayecto de un sueño llamado a
endulzar la vida de todos los malaguistas pero que poco a poco se está
volviendo más y más agrio. Como aquella vez que el Málaga firmó su capitulación
a orillas del Duero, ésta se presume la última oportunidad de seguir
perteneciendo a la nobleza del fútbol mundial. Se empeñan Platini y sus
camaradas, se empeña el jeque y se empeñan todos y cada uno de los clubes que
pertenecen a ese selecto grupo. Nadie se lo está poniendo fácil a este equipo
que cada día demuestra sobre el césped el porqué de su presencia en el
campeonato de campeonatos. Tampoco lo harán hoy los hombres de Vítor Pereira,
que no llegó a futbolista profesional, con el sensacional Moutinho a la cabeza,
el Deco de su generación. Le acompañarán el voraz Jackson Martínez y el talentoso
James Rodríguez, finalmente recuperado para el duelo de duelos.
Hoy
volverán los recuerdos –los amargos, pero también los dulces–, los fantasmas y
las musas de aquel 20 de marzo, de aquella Copa de la UEFA que pudo ser y no
fue; de aquel proyecto increíble que, realizado a base de esfuerzo, sorprendió
a propios y extraños para entrar en el olimpo del fútbol malagueño, andaluz y
español; de aquella última oportunidad perdida de consolidación. Pero el
presente nos demuestra que los hombres de Pellegrini hace mucho que dejaron
atrás a los de Peiró y que aquella última
oportunidad no fue tal. El tiempo de Contreras, Roteta, Darío Silva y Dely
Valdés ya pasó. Ahora es el de Caballero, Demichelis, Saviola y Joaquín. Y de
Baptista, Jesús Gámez, Weligton y Toulalan. Es el tiempo de Isco. Nunca podré
olvidar aquel 20 de marzo de 2003. Esperemos que este 19 de febrero de 2013 sea
inolvidable.
PabloG.
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