Por el
Giuseppe Meazza han pasado todo tipo de futbolistas. Desde los que derrochaban
magia en cada uno de sus gestos, como Ronaldo o Luis Suárez, hasta los que pasaron
sin pena ni gloria, como Matthias Sammer, pasando por esos futbolistas
pasionales y rebeldes –con o sin causa– que tanto gustan a la afición, como
Vieri, Eto’o o Ibrahimovic. Son muchas las historias que podría contar ese
monstruo, fabricado en hormigón y adornado con el color verde del césped, si un
día de repente alzara su voz. Infinitas, pero ninguna tan bonita como la de
Javier Zanetti, la leyenda más grande de la historia del Inter de Milán.
Y de entre
todas las que se pueden contar sobre el Pupi,
probablemente esta sea la más bella. El 28 de abril de 2013, el Inter jugaba en
el Renzo Barbera de Palermo un importante partido. Era un Inter deslucido,
alejado de la cabeza de la clasificación y del foco mediático, inmerso en una
profunda crisis deportiva e institucional. Zanetti, cómo no, estaría en el
campo, esta vez como mediocentro. No sabía lo que se le venía encima: al cuarto
de hora aproximadamente, tuvo que abandonar el terreno de juego en camilla. Fue
un mal apoyo de su pie izquierdo en una jugada desafortunada. Sus desesperados
gritos y sus lágrimas conmovieron al mundo. Con 39 años, ocho meses y dieciocho
días, Zanetti se rompió el talón de Aquiles.
Esa misma
noche, el capitán del Inter tenía prevista una cena en Palermo organizada por
su fundación PUPI, centrada en
garantizar el desarrollo de los niños más desfavorecidos. Tuvo que ser
cancelada. Tras pasar por el hospital y confirmar sus peores pronósticos,
estaba roto, hundido. Las lágrimas brotaban sin descanso de sus ojos. La
carrera del futbolista que más veces ha defendido la camiseta del Inter pendía
de un hilo.
Cuentan los
jugadores que se sorprendieron al ver así a su líder. Sobre todo porque siempre
fue un hombre positivo y enérgico. Lo pudo demostrar pocas horas después: "Mi objetivo es volver más fuerte que antes.
Tengo fe en esto. Parece que tenía que cambiar los neumáticos después de tantos
kilómetros... Me sabe mal teniendo en cuenta cómo ha ido la temporada",
sentenció en tono profético en la web del club.
Volver a ponerse en
pie
La operación fue satisfactoria y comenzó la lucha de Zanetti por volver
a sentirse futbolista. Durante este camino, nunca se despegó del fútbol. Estuvo
presente en cada entrenamiento del equipo, conversando con sus compañeros y con
el cuerpo técnico, animándolos él a ellos casi más que ellos a él. Quería
hacerlo desde el césped, pero sabía que no podía. Eso le permitió comprobar
cómo sería su carrera una vez que diera un paso al lado para dejar sitio a los
más jóvenes, y comprobó que no le desagradaría seguir formando parte del
espectáculo pero de otra forma. Quizá como directivo. De cualquier modo,
tendría tiempo para madurar la idea: ese no era el momento de pensar en la
retirada.
Siempre fue un hombre tranquilo y cercano. Humilde, pero de los de verdad.
Y fiel. En el deporte, pues desde la temporada 1995/96 y tras 846 partidos
sigue formando parte del Inter; y en la vida, que comparte desde los diecinueve
años con su esposa Paula de la Fuente. Su dorsal también es un signo de
fidelidad: juega con el ‘4’, un número tradicionalmente ligado en su Argentina
natal a la posición de lateral derecho, la que ha desempeñado a lo largo de su
carrera con más asiduidad.
La recuperación continuaba su proceso. Las charlas con la gente del club
se combinaban con duras sesiones de trabajo con los fisioterapeutas. El 10 de
agosto cumplió 40 años. Y no descansó. Tenía entre ceja y ceja reaparecer
cuanto antes. En principio, todavía le quedaban por delante tres meses de los
ocho previstos inicialmente para su completa rehabilitación.
El 17 de octubre, Zanetti volvió a los entrenamientos. Y toda la afición
del Inter se llenó de orgullo. Su vuelta al trabajo, bastante antes de lo
previsto, dejó muy claro su compromiso con el fútbol y con el Internazionale de
Milán. También dejó muy claro que, a sus 40 años seguía siendo una bestia
físicamente hablando, fruto de una alimentación y una ética de trabajo
intachables. Y que tiene una mentalidad de hierro. Otros se hubieran rendido,
Zanetti no conoce esa palabra.
Un deportista sobrehumano
Por fin, el pasado fin de semana, el sábado 9 de noviembre de 2013,
Zanetti regresó a los terrenos de juego. En el minuto 82, entró sustituyendo a
Taider, que apenas tenía tres años cuando se oficializó el fichaje del Pupi por el Inter. El Giuseppe Meazza se
puso en pie y rompió a gritar y a aplaudir. Hasta Massimo Moratti, que cuenta
sus horas como máximo accionista del club, se levantó de su asiento. Una
merecidísima ovación y doce minutos de juego para dignificar una carrera.
Javier Zanetti volvió a sentirse futbolista 195 días después de
producirse la lesión más grave de su carrera, la única seria. Con 40 años,
regresó en poco más de seis meses de una lesión que inicialmente lo tendría
fuera del campo ocho. Kobe Bryant, que corrió su misma suerte tan sólo unas
pocas semanas antes, aún no tiene fecha para reaparecer. Somos testigos de las
hazañas de un deportista sobrehumano. Y ojalá que podamos seguir siéndolo
durante muchos años más.
PabloG.
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